By Timothy P. Williams, Senior Director of Formation and Leadership Development
Last week, my very good friend James Davis died, finally at rest following years of illness and other trials. Through them all, his great good cheer continued to bless all who were privileged to know him, many of whom had no idea the suffering he was enduring. James was a faithful Catholic, a dedicated Vincentian, Spiritual Advisor for his own Conference and for the South Central Region, a husband, a father, a grandfather, a friend to many, and a very good man.
James leaves a rich legacy that we in the Society can continue to treasure. He was the primary author of Serving in Hope Module VII, which focuses on our beloved home visit. He also co-authored our home visit journal, The Spirituality of the Home Visit. I could recount for many pages the contributions he made to so many familiar resources as a longtime member of the National Formation Committee, but all of those things only scratch the surface of his life and his legacy. As a regular presenter at Regional Meetings and the National Assembly, James was known to many Vincentians across the country. It is not enough to say that he was a gifted speaker, because he did so much more than convey information, or entertain, or teach – although he did all those things, too. When James led a workshop, he touc
hed people’s hearts. I truly believe that nearly everybody who attended one of his talks left the room feeling…loved.
I was blessed to meet James about ten years ago but came to know him better a few years later when we were asked to present a half-day workshop at the South Central Regional Meeting. Although we bounced some PowerPoint slides back and forth by email, we literally did not prepare or rehearse at all. Somehow, it didn’t seem necessary. During that workshop, we completed each other’s sentences like an old married couple, traded jokes like a vaudeville act, and even we felt as if we’d been working together for years. Afterwards a few people told us we were like “The Jim and Tim Show” and the name stuck. A few years later we even got t-shirts made with a list of cities we had “played” on the back. We both loved being a team.
All friendships begin with an encounter. Our encounter was “on stage” but it could have been anywhere. James was a friend at first sight, a “soul friend”, and I will miss him, but I know that he still prays for me and for all his fellow Vincentians. As Blessed Frédéric reminds us, “our beloved dead do not forget us any more than we forget them, that they think of us, love us, pray for us, that perhaps they walk with us as invisible guardians. And when we are greeted by some good thought, some generous feeling, some virtuous inspiration whose origins are unknown to us, let us think that it came to us from them, that it is a gift by which they wish to call our memories back to them, an inner voice by which they speak to us and seek to help us reach them where they have gone.” [113 bis, To La Perrière, 1836]
Rest in peace, my friend, and pray for me.
Contemplate
Do I “love with the awareness of a future farewell, but also with the knowledge of a reunion that follows”??
Recommended Reading
Contemplación: Una Inspiración Virtuosa
Traducción de Sandra Joya
La semana pasada, mi querido amigo James Davis falleció, finalmente en paz tras años de enfermedad y otras dificultades. A pesar de todo, su gran alegría siguió siendo una bendición para todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo, muchos de los cuales desconocían el sufrimiento que padecía. James fue un católico fiel, un vicentino comprometido, consejero espiritual de su Conferencia y de la Región Centro Sur, esposo, padre, abuelo, amigo de muchos y un hombre excepcional.
James deja un valioso legado que en la Sociedad podemos seguir atesorando. Fue el autor principal del Módulo VII de «Sirviendo con Esperanza», que se centra en nuestra apreciada visita domiciliaria. También fue coautor de nuestra revista sobre visitas domiciliarias, «La Espiritualidad de la Visita Domiciliaria». Podría enumerar durante muchas páginas las contribuciones que hizo a tantos recursos conocidos como miembro de larga trayectoria del Comité Nacional de Formación, pero todo esto apenas roza la superficie de su vida y su legado. Como ponente habitual en las Reuniones Regionales y la Asamblea Nacional, James era conocido por muchos vicentinos de todo el país. No basta con decir que era un orador excepcional, porque hacía mucho más que transmitir información, entretener o enseñar, aunque también lo hacía. Cuando James impartía un taller, conmovía a la gente. Creo sinceramente que casi todos los que asistían a una de sus charlas salían de la sala sintiéndose… queridos.
Tuve la suerte de conocer a James hace unos diez años, pero llegué a conocerlo mejor unos años después, cuando nos pidieron que presentáramos un taller de medio día en la Reunión Regional del Centro Sur. Aunque intercambiamos algunas diapositivas de PowerPoint por correo electrónico, literalmente no nos preparamos ni ensayamos en absoluto. De alguna manera, no parecía necesario. Durante ese taller, nos complementábamos a la perfección, como un matrimonio de muchos años, contábamos chistes como en un número de vodevil, e incluso nosotros nos sentíamos como si lleváramos años trabajando juntos. Después, algunas personas nos dijeron que éramos como «El Show de Jim y Tim», y el nombre se quedó. Unos años más tarde, incluso nos hicimos camisetas con la lista de ciudades en las que habíamos «actuado» impresa en la espalda. A ambos nos encantaba trabajar en equipo.
Toda amistad comienza con un encuentro. El nuestro fue sobre el escenario, pero pudo haber sido en cualquier lugar. James fue un amigo a primera vista, un amigo del alma, y lo echaré de menos, pero sé que sigue rezando por mí y por todos sus compañeros vicentinos. Como nos recuerda el beato Federico: «Nuestros amados difuntos no nos olvidan, como nosotros tampoco los olvidamos a ellos; piensan en nosotros, nos aman, rezan por nosotros, y quizá caminan con nosotros como guardianes invisibles. Y cuando nos asalta algún buen pensamiento, algún sentimiento generoso, alguna inspiración virtuosa cuyo origen desconocemos, pensemos que nos llega de ellos, que es un don con el que desean evocar nuestros recuerdos, una voz interior con la que nos hablan y buscan ayudarnos a alcanzarlos adonde han ido». [113 bis, A La Perrière, 1836]
Descansa en paz, amigo mío, y ruega por mí.
Contemplar
¿Amo “con la conciencia de una futura despedida, pero también con la certeza de un reencuentro posterior”?
Tim,
What a beautiful tribute to a great man! James will be sorely missed, but is now in a much better place, with no pain and at peace!
Thank you!
God bless James and us all,
Larry